Corona de los Sagrados Corazones Unidos - Nª Señora de la Paz y San Amaro

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Corona de los Sagrados Corazones Unidos

Reflexión

SAGRADOS CORAZONES UNIDOS DE JESÚS Y DE MARÍA

          Esta Corona de Amor Reparador: El alma, al orar y contemplar en ésta Corona, avanzará en el camino de la Santidad recorriendo las Moradas de Perfección de nuestros Corazones Unidos. El alma que ore y contemple con ésta Corona, va a hacer un Acto de Reparación al Amor rechazado de Dios, pues se dejará amar por Mí. El alma que ore y contemple esta Corona a nuestros Corazones Unidos comprenderá nuestros Llamados de Amor y se irá perfeccionando con la asistencia del Espíritu Santo y del Doloroso e Inmaculado Corazón de María.  Para poder obtener el texto escrito de la CORONA, ir al siguiente link: https://sagradoscorazonesunidos.blogs.




NOVENA A LOS CORAZONES UNIDOS DE JESÚS, JOSÉ Y MARÍA.
Poderosa Novena de Protección y Salvación al Sagrado Corazón de Jesús, al Castísimo Corazón de San José y al Inmaculado Corazón de Maria.



Primer día. Reflexión:

“Pues ahora he escogido y santificado esta Casa, para que en ella permanezca Mi Nombre para siempre. Allí estarán Mis Ojos y Mi Corazón todos los días.” 2 Crónicas, Capítulo 7, vs. 16  “Luego tomarán la sangre y untarán las dos jambas y el dintel de las casas donde lo coman... La sangre será vuestra señal en las casas donde moráis. Cuando Yo vea la sangre pasaré de largo ante vosotros, y no habrá entre vosotros plaga exterminadora cuando Yo hiera el país de Egipto.” *Éxodo, Capítulo 12, vs. 7 y vs. 13

Es tiempo de que las familias se consagren a los Corazones Unidos de Jesús y María, para unir nuestros corazones a sus Sagrados Corazones, a sus meritos, virtudes, recibir su santa protección y su especial bendición y amor. Consagrar es dedicar y ofrecer a Dios toda nuestra vida, todas nuestras alegrías, tristezas y esperanzas, uniéndonos estrechamente a su santidad y amor. Nuestra primordial consagración a la Santísima Trinidad, es el sacramento del Bautismo, donde recibimos el Espíritu Santo, infinitas gracias, que nos libera del pecado y del maligno.

El Santo Bautismo nos hace hijos de Dios Padre y hermano de Jesucristo, miembros de su cuerpo místico que es la Iglesia. San Luís Maria Griñon de Montfort, nos explica una forma perfecta de renovar nuestra consagración bautismal, que consiste en consagrarnos al Inmaculado Corazón de María, para que a través de Ella, podamos ofrecernos más eficazmente a Dios, con una buena preparación, con tiempo de hacer un examen de conciencia y buscar la reconciliación con Dios; para vaciarte del espíritu del mundo, reflexionar para conocerme a mí mismo; conocer a la Santísima Virgen, contemplando sus virtudes, y conocer a Jesucristo y su obra redentora; para que hacer una consagración personal a Jesucristo por manos de María. Esto será como la sangre del cordero en el portal de sus corazones y sus hogares.  

Su Santidad Benedicto XVI en ha reiterado que; El Corazón de Jesús que es Manifestación del amor de Dios: “En el lenguaje bíblico, el «corazón» indica el centro de la persona, la sede de sus sentimientos y de sus intenciones. En el corazón del Redentor adoramos al amor de Dios por la humanidad, su voluntad de salvación universal, su infinita misericordia. El culto al Sagrado Corazón de Cristo significa, por tanto, adorar a ese Corazón que, después de habernos amado hasta el final, fue traspasado por una lanza y desde lo alto de la Cruz derramó sangre y agua, manantial inagotable de vida nueva…

El corazón que más se asemeja al de Cristo es, sin duda, el corazón de María, su Madre Inmaculada, y precisamente por este motivo la liturgia la presenta a nuestra veneración. Respondiendo a la invitación dirigida por la Virgen en Fátima, encomendemos a su Corazón  Inmaculado el mundo entero para que experimente el amor misericordioso de Dios y experimente la auténtica paz” (Papa Benedicto XVI; Angelus del Domingo 05/06/2005).

Segundo día: Reflexión:

El Amor es el principal signo de salvación, por la iniciativa de la misericordia del Padre, nos ha enviado a el Salvador, “Porque tanto amó Dios al mundo que dio a su Hijo único, para que todo el que crea en él no perezca, sino que tenga vida eterna. Juan 3:16 Este infinito amor de Dios, espera ser correspondido, amando sobre todas, las cosas y amando en aquellos, que Dios creo a su imagen y semejanza.

“Queridos, amémonos unos a otros, ya que el amor es de Dios, y todo el que ama ha nacido de Dios y conoce a Dios. Quien no ama no ha conocido a Dios, porque Dios es Amor. En esto se manifestó el amor que Dios nos tiene; en que Dios envió al mundo a su Hijo único para que vivamos por medio de él. En esto consiste el amor: no en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que él nos amó y nos envió a su Hijo como propiciación por nuestros pecados. Queridos, si Dios nos amó de esta manera, también nosotros debemos amarnos unos a otros”. I Juan 4:7-11

Las principales claves de nuestra salvación son: El amor y adoración a Dios, con todo nuestro corazón, sobre todas las cosa, y el amor al prójimo, como Cristo Jesús nos ha amado. “Has de saber, pues, que Yahveh tu Dios es el Dios verdadero, el Dios verdadero, el Dios fiel que guarda la alianza y el amor por mil generaciones a los que le aman y guardan sus mandamientos” Deuteronomio 7:9.  “Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma, con toda tu mente y con todas tus fuerzas”.

Nuestro gran anhelo, nuestro mayor amor, nuestra adoración y fidelidad van dirigidas a la Santísima Trinidad, Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo; nuestro deseo, nuestro objetivo y nuestra principal ocupación, debe ser formar a Jesús en nosotros y hacer que en nuestros corazones reine su espíritu, su devoción, sus afectos, sus deseos y sus disposiciones. Toda nuestra vida de fe debe tender a eso. Tal es la tarea que Dios nos ha confiado para que trabajemos en ella constantemente. “Pues en esto consiste el amor a Dios: en que guardemos sus mandamientos. Y sus mandamientos no son pesados, Juan 5:3


Poderosa Novena de Protección y Salvación al Sagrado Corazón de Jesús, al Castísimo Corazón de San José y al Inmaculado Corazón de Maria.

Tercer Día: Reflexión:

Los Sagrados Corazones de Jesús y Maria: Son los dos Testigos del amor y Poder de Dios. “Pero haré que mis dos testigos profeticen durante 1260 días, cubiertos de sayal». Ellos son, los dos olivos y los dos candeleros, que están en pie delante del Señor de la tierra. Si alguien pretendiera hacerles mal, saldría fuego de su boca y devoraría a sus enemigos; si alguien pretendería hacerles mal, así tendría que morir.

Estos tienen poder de cerrar el cielo para que no llueva los días en que profeticen; tienen también poder sobre las aguas para convertirlas en sangre, y poder de herir la tierra con toda clase de plagas, todas las veces que quieran. Pero cuando hayan terminado de dar testimonio, la Bestia que surja del Abismo = les hará la guerra, los vencerá = y los matará. Y sus cadáveres, en la plaza de la Gran Ciudad, que simbólicamente se llama Sodoma o Egipto, allí donde también su Señor fue crucificado.

Y gentes de los pueblos, razas, lenguas y naciones, contemplarán sus cadáveres tres días y medio: no está permitido sepultar sus cadáveres. Los habitantes de la tierra se  alegran y se regocijan por causa de ellos, y se intercambian regalos, porque estos dos profetas habían atormentado a los habitantes de la tierra. Pero, pasados los tres días y medio, = un aliento de vida, procedente de Dios, entró en ellos y se pusieron de pie, y un gran espanto se apoderó de quienes los contemplaban.

Oí entonces una fuerte voz que les decía desde el cielo: «Subid acá.» Y subieron al cielo en la nube, a la vista de sus enemigos. En aquella hora se produjo un violento terremoto, y la décima parte de la ciudad se derrumbó, y con el terremoto perecieron 7.000 personas. Los supervivientes, presa de espanto, dieron gloria al Dios del cielo”. Apocalipsis 11:3-13.

Los dos testamentos revelados por Dios: Antiguo Testamento y Nuevo Testamento, son asesinados por la bestia, cada vez que aparentemente el mal triunfa: guerra, aborto eutanasia, inmoralidades sexuales, crímenes, drogas, etc. y los mundanos celebra y se dan regalos; pero el mal no tiene la ultima palabra, después de la muerte en Cruz, viene la resurrección y en ella la salvación eterna, Dios de las aparentes derrotas de sus amados hijos, suele sacar sus mayores triunfos. El Amor es el principal signo de salvación, por la iniciativa de la misericordia del Padre, nos ha enviado a el Salvador, “Porque tanto amó Dios al mundo que dio a su Hijo único, para que todo el que crea en él no perezca, sino que tenga vida eterna. Juan 3:16


Cuarto día: Reflexión:

La devoción a San José es inseparable de la devoción de María Santísima: "Lo que Dios ha unido no lo separe el hombre" (Mt 19, 6). Y consta expresamente en el Evangelio que José era "el esposo de María, de la cual nació Jesús, llamado Cristo" (Mt 1, 16). Al uno comenzar una devoción profunda y autentica a Virgen María, nace también una veneración especial hacia su castísimo esposo San José.

San José se encierra en estos dos títulos fundamentales: esposo de María y padre adoptivo virginal de Jesús. San José, dado como protector de los Sagrados Corazones en el principio, es ahora encomendado por Dios como protector de toda la familia humana. De forma particular, San José es protector de todos aquellos que aman al Sagrado Corazón de Jesús y al Inmaculado Corazón de María, que se han unido a ellos y que promueven el pronto Reinado de Dios, en la humanidad.  Es San José el que enseña de forma más plena a los apóstoles de los Corazones Unidos, a tener plena unidad interior con el corazón de Jesús y el de María, porque fue precisamente él, que se unió a ellos en amor, en servicio y en fidelidad.

Los devotos de los Corazones Unidos los que de una manera nueva deben acogerse a la protección de San José y pedirle a él que les enseñe a amar, a servir, a sacrificarse y a permanecer unidos a éstos Dos Corazones como él lo hizo toda su vida.  Efectivamente, toda la grandeza de San José parte de ese hecho al parecer tan natural y sencillo: llevar al Divino Niño Jesús en sus brazos, es decir, ser su padre adoptivo y esposo virginal de María Santísima.

Es en virtud de esos dos títulos sublimes, que San José forma, en cierto modo, parte integral del misterio de la Encarnación. No cabe duda que era, de alguna manera, necesario en ese orden, a saber: para salvaguardar el honor de María y proteger a Ella y a Jesús de la persecución de Herodes, durante el destierro a Egipto...etc. y ganarles el pan de cada día durante los años de la vida oculta en la casita de Nazaret.

El no participó físicamente en todo el misterio de la Encarnación, pero si participó totalmente al ofrecer su vida como sacrificio para el cuidado, servicio, provisión y protección de Jesús y de María. Fue siempre el custodio fiel de Jesús y María.  Solo a un hombre tan puro y humilde como San José pudo encomendar el Señor la llamada de ser esposo de la Madre de Dios..Que lazo tan sublime,  El Amor es el principal signo de salvación, por la iniciativa de la misericordia del Padre, nos ha enviado a el Salvador, “Porque tanto amó Dios al mundo que dio a su Hijo único, para que todo el que crea en él no perezca, sino que tenga vida eterna. Juan 3:16.

Quinto día: Reflexión:

El Papa PIO XII escribe sobre el amor al Corazón de Jesús: “Beberéis aguas con gozo en las fuentes del Salvador" Is12,3. Estas palabras con las que el profeta Isaías prefiguraba simbólicamente los múltiples y abundantes bienes que la era mesiánica había de traer consigo, vienen espontáneas a nuestra mente, si damos una mirada retrospectiva a los cien años pasados desde que nuestro predecesor, de i. m., Pío IX, correspondiendo a los deseos del orbe católico, mandó celebrar la fiesta del Sacratísimo Corazón de Jesús en la Iglesia universal.

Innumerables son, en efecto, las riquezas celestiales que el culto tributado al Sagrado Corazón de Jesús infunde en las almas: las purifica, las llena de consuelos sobrenaturales y las mueve a alcanzar las virtudes todas. Por ello, recordando las palabras del apóstol Santiago: Toda dádiva buena y todo don perfecto de arriba desciende, del Padre de las luces San 1,17, razón tenemos para considerar en este culto, ya tan universal y cada vez más fervoroso, el inapreciable don que el Verbo Encarnado, nuestro Salvador divino y único Mediador de la gracia y de la verdad entre el Padre celestial y el género humano, ha concedido a la Iglesia, su mística Esposa, en el curso de los últimos siglos, en los que ella ha tenido que vencer tantas dificultades y soportar pruebas tantas.

Gracias a don tan inestimable, la Iglesia puede manifestar más ampliamente su amor a su divino Fundador y cumplir más fielmente esta exhortación que, según el evangelista San Juan, profirió el mismo Jesucristo: En el último gran día de la fiesta, Jesús habiéndose puesto en pie, dijo en alta voz: «El que tiene sed, venga a mí y beba el que cree en mí». Pues, como dice la Escritura, «de su seno manarán ríos de agua viva».

Y esto lo dijo El del Espíritu que habían de recibir los que creyeran en El(3). Los que escuchaban estas palabras de Jesús, con la promesa de que habían de manar de su seno ríos de agua  viva, fácilmente las relacionaban con los vaticinios de Isaías, Ezequiel y Zacarías, en los que se -profetizaba el Reino mesiánico, y también con la simbólica piedra, de la que, golpeada por Moisés, milagrosamente hubo de brotar agua”( Cf.Is 12,3;Ez 47,1-12;Zac 13,1;Ex 17).  Con toda razón, pues, el Apóstol de las Gentes, como haciéndose eco de las palabras de Jesucristo, atribuye a este Espíritu de Amor la efusión de la caridad en las almas de los creyentes: La caridad de Dios ha sido derramada en nuestros corazones por el Espíritu Santo, que nos ha sido dado(5).

Este tan estrecho vínculo que, según la Sagrada Escritura, existe entre el Espíritu Santo, que es Amor por esencia, y la caridad divina que debe encenderse cada vez más en el alma de los fieles, nos revela a todos en modo admirable, venerables hermanos, la íntima naturaleza del culto que se ha de atribuir al Sacratísimo Corazón de Jesucristo. En efecto, manifiesto es que este culto, si consideramos su naturaleza peculiar, es el acto de religión por excelencia, esto es, una plena y absoluta voluntad de entregarnos y consagramos al amor del Divino Redentor, cuya señal y símbolo más viviente es su Corazón traspasado.

E igualmente claro es, y en un sentido aún más profundo, que este culto exige ante todo que nuestro amor corresponda al Amor divino. Pues sólo por la caridad se logra que los corazones de los hombres se sometan plena y perfectamente al dominio de Dios, cuando los afectos de nuestro corazón se ajustan a la divina voluntad de tal suerte que se hacen casi una cosa con ella, como está escrito: Quien al Señor se adhiere, un espíritu es con El(6)”. Textual de Encilica HAURIETIS AQUAS Nun 1 y 2.  DÍA 1.

Sexto día:  Reflexión:

"La venida del Señor es inminente”... “nadie sabe el día ni la hora”, y ciertamente para esa hora, debe el alma del cristiano prepararse. «Como en los días de Noé, así será la venida del Hijo del hombre. ". Mateo 24:37. Hermanos el fin es inminente, según dice San Juan Bautista desde hace 2000 años, porque cada alma tiene un tiempo muy limitado, en esta tierra, después del diluvio cada persona tiene entre 70 años 100 o 120 años para alcanzar la salvación los méritos y gracias eternas en Cristo Nuestro Redentor,

por eso siempre el mensaje de Dios es  inminente, y nos apremia hacer caso lo mas presurosamente posible, sin entretenernos en tantas cosas, ni siquiera en cosas aparentemente buenas, ni siquiera entretenernos en las profecías en sí mismas, sino dediquemos a agradar a Dios, que nos envía mensajeros y mensajes, no para que nos quedemos adictos entre mensajes y mensajes, sino para que amemos de verdad sobre todas las cosas a Dios, le rindamos toda nuestra adoración a la Santa Trinidad Padre, Hijo y Espíritu Santo; y amemos de palabra y obra al prójimo como a nosotros mismos.

Recibamos el mensaje de Dios, con un deseo verdadero de conversión y salvación para el alma, traducido en la realización de obras de misericordia concretas: " Por la fe, Noé, advertido por Dios de lo que aún no se veía, con religioso temor construyó un arca para salvar a su familia; por la fe, condenó al mundo y llegó a ser heredero de la justicia según la fe". Hebreos 11:7

Jesucristo ha dispuesto para este tiempo, un Arca más eficaz que la de Noé, el refugio seguro del Inmaculado Corazón de María, ante los mares de perversión, lujuria, apostasía y pecado que nos rodean y tratan de ahogarnos, tenemos un refugio lleno de gracia, en este tiempo, La Virgen es el Arca de la Nueva Alianza, María el Arca de Salvación, en cuyo misterio nos muestra las maravillas de la Gloria del Padre, y como la Mujer Vestida de Sol del Apocalipsis.

Dios funda una Nueva Alianza con su Pueblo en Jesucristo, por medio de María. Ella es el Arca de la Alianza, es decir la morada de Dios en medio de los hombres. Encuentra su realización histórica propia en la plenitud de los tiempos. En efecto, en la primera venida de Cristo, se inauguró el último período de la historia de la humanidad e inició, la espera de la segunda venida de Cristo Jesús.

Por María y con María realizó el Señor Su Encarnación y quiso su presencia al pie de la Cruz, donde le encomendó la misión de ser Madre de los discípulos.  "Dedíquense ahora de todo corazón y con toda su alma a buscar al Señor, su Dios. Prepárense a edificar el Santuario del Señor, su Dios, a fin de trasladar a la Casa que se va a edificar para el Nombre del Señor, el Arca de la Alianza del Señor y los utensilios consagrados a Dios." (I Crónicas, C 22, v 19).

El Arca es señal de la primera Alianza. Moisés la hizo construir mientras guiaba a los hebreos a través del desierto, con el fin de que fuera morada de Dios en medio de su pueblo, ya que Dios había venido a habitarla. Exodo 25,10. Una nube iluminaba y cubría la Carpa del Encuentro, que contenía el Arca de la Alianza y la Gloria del Señor llenaba la morada. La nube que se hallaba por encima, significaba la trascendencia del Dios inaccesible y la Gloria que emanaba por dentro, lo presentaba en su inmanencia, es decir, en su familiaridad, en su comunicación, haciendo Alianza con su Pueblo.

Una vez construida el Arca, Moisés la colocó bajo una carpa, semejante a la del pueblo peregrino, para recordarles que los hombres necesitan de Dios y que Dios está con ellos, al alcance de sus vidas. Finalmente se construyó el Templo de Jerusalén y fue llevada el Arca al interior del Templo. Dentro del mismo y en torno al Arca, el pueblo judío actualizaba su Alianza con Dios.
Séptimo día: Reflexión:

"La venida del Señor es inminente”... “nadie sabe el día ni la hora”, y ciertamente para esa hora, debe el alma del cristiano prepararse. «Como en los días de Noé, así será la venida del Hijo del hombre. ". Mateo 24:37. Hermanos el fin es inminente, según dice San Juan Bautista desde hace 2000 años, porque cada alma tiene un tiempo muy limitado, en esta tierra, después del diluvio cada persona tiene entre 70 años 100 o 120 años para alcanzar la salvación los méritos y gracias eternas en Cristo Nuestro Redentor, por eso siempre el mensaje de Dios es  inminente, y nos apremia hacer caso lo mas presurosamente posible, sin entretenernos en tantas cosas, ni siquiera en cosas aparentemente buenas, ni siquiera entretenernos en las profecías en sí mismas,

sino dediquemos a agradar a Dios, que nos envía mensajeros y mensajes, no para que nos quedemos adictos entre mensajes y mensajes, sino para que amemos de verdad sobre todas las cosas a Dios, le rindamos toda nuestra adoración a la Santa Trinidad Padre, Hijo y Espíritu Santo; y amemos de palabra y obra al prójimo como a nosotros mismos.

Recibamos el mensaje de Dios, con un deseo verdadero de conversión y salvación para el alma, traducido en la realización de obras de misericordia concretas: " Por la fe, Noé, advertido por Dios de lo que aún no se veía, con religioso temor construyó un arca para salvar a su familia; por la fe, condenó al mundo y llegó a ser heredero de la justicia según la fe". Hebreos 11:7  Jesucristo ha dispuesto para este tiempo, un Arca más eficaz que la de Noé, el refugio seguro del Inmaculado Corazón de María, ante los mares de perversión, lujuria, apostasía y pecado que nos rodean y tratan de ahogarnos, tenemos un refugio lleno de gracia, en este tiempo, La Virgen es el Arca de la Nueva Alianza, María el Arca de Salvación, en cuyo misterio nos muestra las maravillas de la Gloria del Padre, y como la Mujer Vestida de Sol del Apocalipsis.

Dios funda una Nueva Alianza con su Pueblo en Jesucristo, por medio de María. Ella es el Arca de la Alianza, es decir la morada de Dios en medio de los hombres. Encuentra su realización histórica propia en la plenitud de los tiempos. En efecto, en la primera venida de Cristo, se inauguró el último período de la historia de la humanidad e inició, la espera de la segunda venida de Cristo Jesús. Por María y con María realizó el Señor Su Encarnación y quiso su presencia al pie de la Cruz, donde le encomendó la misión de ser Madre de los discípulos.

"Dedíquense ahora de todo corazón y con toda su alma a buscar al Señor, su Dios. Prepárense a edificar el Santuario del Señor, su Dios, a fin de trasladar a la Casa que se va a edificar para el Nombre del Señor, el Arca de la Alianza del Señor y los utensilios consagrados a Dios." (I Crónicas, C 22, v 19). El Arca es señal de la primera Alianza. Moisés la hizo construir mientras guiaba a los hebreos a través del desierto, con el fin de que fuera morada de Dios en medio de su pueblo, ya que Dios había venido a habitarla. Exodo 25,10.

Una nube iluminaba y cubría la Carpa del Encuentro, que contenía el Arca de la Alianza y la Gloria del Señor llenaba la morada. La nube que se hallaba por encima, significaba la trascendencia del Dios inaccesible y la Gloria que emanaba por dentro, lo presentaba en su inmanencia, es decir, en su familiaridad, en su comunicación, haciendo Alianza con su Pueblo. Una vez construida el Arca, Moisés la colocó bajo una carpa, semejante a la del pueblo peregrino, para recordarles que los hombres necesitan de Dios y que Dios está con ellos, al alcance de sus vidas. Finalmente se construyó el Templo de Jerusalén y fue llevada el Arca al interior del Templo. Dentro del mismo y en torno al Arca, el pueblo judío actualizaba su Alianza con Dios.

Octavo día: Reflexión:

Del Papa Emérito Benedicto XVI: “La contemplación, en la adoración, del costado traspasado por la lanza nos hace sensibles a la voluntad salvífica de Dios. Nos hace capaces de abandonarnos a su amor salvífico y misericordioso, y al mismo tiempo nos fortalece en el deseo de participar en su obra de salvación, convirtiéndonos en sus instrumentos. Los dones recibidos del costado abierto, del que brotaron "sangre y agua" (cf. Jn 19, 34), hacen que nuestra vida se convierta también para los demás en fuente de la que brotan "ríos de agua viva" (Jn 7, 38) (cf. Deus caritas est, 7).

La experiencia del amor vivida mediante el culto del costado traspasado del Redentor nos protege del peligro de encerrarnos en nosotros mismos y nos hace más disponibles a una vida para los demás. "En esto hemos conocido lo que es amor: en que él dio su vida por nosotros. También nosotros debemos dar la vida por los hermanos" (1 Jn 3, 16) (cf. Haurietis aquas, 38). La respuesta al mandamiento del amor sólo se hace posible experimentando que este amor ya nos ha sido dado antes por Dios (cf. Deus caritas est, 14).

Por tanto, el culto del amor que se hace visible en el misterio de la cruz, actualizado en toda celebración eucarística, constituye el fundamento para que podamos convertirnos en personas capaces de amar y entregarse (cf. Haurietis aquas, 69), siendo instrumentos en las manos de Cristo: sólo así se puede ser heraldos creíbles de su amor. Sin embargo, esta disponibilidad a la voluntad de Dios debe renovarse en todo momento: "El amor nunca se da por "concluido" y completado" (cf. Deus caritas est, 17).

Así pues, la contemplación del "costado traspasado por la lanza", en el que resplandece la ilimitada voluntad salvífica por parte de Dios, no puede considerarse como una forma pasajera de culto o de devoción: la adoración del amor de Dios, que ha encontrado en el símbolo del "corazón traspasado" su expresión histórico-devocional, sigue siendo imprescindible para una relación viva con Dios (cf. Haurietis aquas, 62). Con el deseo de que el 50° aniversario contribuya a impulsar en muchos corazones una respuesta cada vez más fervorosa al amor del Corazón de Cristo, le imparto una especial bendición apostólica a usted, reverendísimo padre, y a todos los religiosos de la Compañía de Jesús, siempre muy activos en la promoción de esta devoción fundamental”. Fin de la Cita,

Vaticano, 15 de mayo de 2006.  Esta contemplación del costado traspasado de Jesús, de modo admirable, ayuda al corazón y a la mente a penetrar en el misterio del vínculo que unió al Salvador que padecía y a Su Madre que compadecía. En el centro de este misterio de amor, el que viene aquí se encuentra a sí mismo, encuentra su vida, su cotidianidad, su debilidad y, al mismo tiempo, la fuerza de la fe y de la esperanza: la fuerza que brota de la convicción de que la Madre no abandona al hijo en la desventura, sino que lo conduce a Su Hijo y lo encomienda a Su misericordia.

Juan Pablo II, describiendo este vínculo misterioso de amor, nos ha dicho: "junto a la cruz de Jesús estaban Su madre y la hermana de Su madre, María, mujer de Cleofás, y María Magdalena" (Jn 19,25). Aquella que estaba unida al Hijo de Dios por vínculos de sangre y de amor materno, allí, al pie de la cruz, vivía esa unión en el sufrimiento. Ella sola, a pesar del dolor del corazón de madre, sabía que ese sufrimiento tenía un sentido.

Tenía confianza -confianza a pesar de todo- en que se estaba cumpliendo la antigua promesa: "Pondré enemistad entre ti y la mujer, y entre tu linaje y su linaje: él te pisará la cabeza mientras tú acechas su calcañar" (Gn 3,15). Y su confianza fue confirmada cuando el Hijo agonizante se dirigió a ella: "¡Mujer!". En aquel momento, al pie de la cruz, ¿podía esperar que tres días después la promesa de Dios se cumpliría? Esto será siempre un secreto de su corazón.

Sin embargo, sabemos una cosa: ella, la primera entre todos los seres humanos, participó en la gloria del Hijo resucitado. Ella -como creemos y profesamos-, fue elevada al cielo en cuerpo y alma para experimentar la unión en la gloria, para alegrarse junto al Hijo por los frutos de la Misericordia Divina y obtenerlos para los que buscan refugio en ella”. JUAN PABLO II, Polonia 19 de agosto de 2002.

Noveno Día: Reflexión

Del Corazón abierto de Nuestro Señor Jesucristo, brotó Sangre y Agua, con ellos todos los sacramentos y gracias que necesitamos para la vida eterna, Juan Pablo II el día de la canonización de sor Faustina nos explica: "Dad gracias al Señor porque es bueno, porque es eterna su misericordia" (Sal. 118, 1). Así canta la Iglesia en la octava de Pascua, casi recogiendo de labios de Cristo estas palabras del Salmo; de labios de Cristo resucitado, que en el Cenáculo da el gran anuncio de la misericordia divina y confía su ministerio a los Apóstoles:

"Paz a vosotros. Como el Padre me ha enviado, así también os envío yo. (...) Recibid el Espíritu Santo: a quienes les perdonéis los pecados les quedan perdonados; a quienes se los retengáis les quedan retenidos." (Jn 20, 21-23). Antes de pronunciar estas palabras, Jesús muestra sus manos y su costado. Es decir, señala las heridas de la Pasión, sobre todo la herida de su corazón, fuente de la que brota la gran ola de misericordia que se derrama sobre la humanidad.

De este corazón sor Faustina Kowalska, la beata que a partir de ahora llamaremos santa, verá salir dos haces de luz que iluminan el mundo: "Estos dos haces -le explicó Jesús mismo- representan la sangre y el agua" (Diario, 299). ¡Sangre y agua! Nuestro pensamiento va al testimonio del evangelista San Juan, quien, cuando un soldado traspasó con su lanza el costado de Cristo en el Calvario, vio salir "sangre y agua" (Jn 19, 34). Y si la sangre evoca el sacrificio de la cruz y el don eucarístico, el agua, en la simbología joánica, no sólo recuerda el bautismo, sino también el don del Espíritu Santo (cf. Jn 3, 5; 4, 14; 7, 37-39)”. Fin de la cita JUAN PABLO II, fragmento de la homilía en día de la canonización de sor Faustina.


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